Época: América borbónica
Inicio: Año 1700
Fin: Año 1810

Antecedente:
La cultura pre-revolucionaria



Comentario

Otro semillero de estudios útiles fueron las expediciones científicas emprendidas por los Consulados y las Sociedades de Amigos del País. Las primeras, formaron a numerosos criollos en Botánica, Zoología, Astronomía, Física, etc. Surgieron por iniciativa de la Academia francesa, empeñada en medir el grado del ecuador terrestre en Quito. Solicitó permiso a Felipe V para enviar a allí a La Condamine, Bouger, Godin y otros, y el monarca accedió con la condición de que les acompañaran unos jóvenes marinos españoles: Jorge Juan y Antonio de Ulloa. La expedición (1735-42) cumplió su objetivo y los marinos prolongaron su estancia en América para cumplir el mandato de Ensenada de averiguar la situación sociopolítica y económica del virreinato del Perú, que expusieron luego en varias obras y especialmente en las "Noticias Secretas". Animada por los resultados obtenidos, la Corona envió luego a la Patagonia al jesuita José Quiroga (1745-46) para levantar planos de sus costas (existía el peligro de ocupación inglesa). Fernando VI mandó dos expediciones a las fronteras de Hispanoamérica con Brasil, que fueron las de Valdelirios al Paraguay (1753-56) e Iturriaga al Orinoco (1754-61), así como otra a la Guayana para estudiar su posible desarrollo económico. Esta última fue dirigida por un discípulo de Linneo llamado Pedro Loéfling, autor de una importante catalogación botánica. Cada una de ellas iba con un nutrido grupo de cosmógrafos, astrónomos, dibujantes, botánicos, cirujanos, marinos y militares y hasta religiosos, que hicieron escuela.
Con Carlos III las expediciones alcanzaron su pleno desarrollo. Este monarca decidió utilizar la ciencia para los propósitos políticos y económicos de la Corona, mandando unas 40 de ellas a América. Las más importantes fueron las 20 siguientes: D´Auteroche (1768-70) a California, Pando (1768-69) a Patagonia, Gil de Lemos (1768-69) a las Malvinas, Francisco Machado (1768-69) a Chiloé, González, Lángara y Hervé (1770) a la isla de Pascua, Bonaechea (1772-73) a Tahití, Pérez (1774) al Noroeste, Heceta y Bodega (1775) al Noroeste, Dombey-Ruiz Pavón (1777-87) al Perú, Piedra (1778-79) a Patagonia, Arteaga-Bodega (1779) al Noroeste, Viedma (1780-84) a Patagonia, Varela-Alvear-Azara-Aguirre (1782-800) al Uruguay y Paraguay, Mutis (1783-810) al Nuevo Reino de Granada, Córdoba (1785-86) a Magallanes, Cuéllar (1785-98) a Filipinas, Moraleda (1786-87) a la costa sur chilena, Sessé-Mociño (1787-97) a México, Córdoba (1788-89) a Magallanes, y Martínez-Haro (1788-89) al Noroeste. Cuatro de éstas buscaron la reestructuración de los recursos productivos y el resto, se enviaron a fronteras amenazadas por potenciales enemigos ingleses, rusos y portugueses, donde se pretendía asentar colonias españolas que utilizaran sus riquezas. De su trabajo quedaron infinitas observaciones científicas en Botánica, Mineralogía, Zoología, Astronomía, Geografía, Hidrografía, Etnología, Ictología, Farmacopea, Vulcanismo, Medicina y Comercio. Durante el reinado de Carlos IV fue apagándose este interés. Pese a todo, se realizaron una treintena de expediciones, entre las que sobresalieron las de Mazarredo a las Antillas (1792), Joaquín Fidalgo a Tierra Firme (1792-1805), Ciriaco de Cevallos al seno mexicano (1801), Vernazi y Cortázar a Filipinas (1801-2), los hermanos Heuland a Perú y Chile (1795-1800), y Bodega y Caamaño a la costa norte de Nueva España (1792). Humboldt quedó asombrado del esfuerzo realizado por la Corona, superior al de ninguna otra del mundo, y anotó que las tres expediciones botánicas a México, Nueva Granada y Perú habían costado más de 400.000 pesos.

Junto con las expediciones figuraron otros dos focos de renovación científica que proyectaron estudios sobre las colonias. Fueron los Consulados y las Sociedades de Amigos del País. Los primeros, promovieron estudios para el fomento de la agricultura y el comercio (añil, café, algodón, nuevos cultivos), algunos de los cuales se propusieron sin éxito a las autoridades españolas. En un sentido parecido funcionaron las Sociedades de Amigos del País. La primera de ellas se fundó en Mompox (Nuevo Reino de Granada) en 1784. La siguieron las de Santiago de Cuba y Lima (1787), Quito (1791), La Habana (1793), Guatemala (1795) y Bogotá (1801).